Continuamente
se insiste en que el crédito debe fluir de las instituciones de crédito a las
empresas y particulares, pero antes de quejarme de la falta de crédito me hago
una pregunta ¿Hemos aprendido algo de la crisis?
Pues
espero, por nuestro bien, que algo hayamos aprendido, y una de las cosas que reconozco que si he aprendido es, que si bien el endeudamiento es útil, el excesivo endeudamiento resulta mortal.
Recordemos que la causa principal de la crisis que venimos padeciendo desde
2008 se debe fundamentalmente al sobre-endeudamiento de las empresas y familias.
Muchas personas que claman por el crédito no lo tienen en cuenta.
Desde aquí
pretendo suscitar un debate, partiendo de la premisa de que sí se conceda
crédito a las empresas y familias, pero que dicha concesión se haga en condiciones
lógicas, esto es, que se concedan a empresas y familias que no hayan superado
ciertos umbrales de endeudamiento. Algo que es de sentido común, y que cualquier
buen estudiante de economía lo sabe, pero que desgraciadamente se aplicó con
cierta laxitud durante la década 1997-2007.
Es
importante recordar, y mucha gente no lo hace, que la banca presta parte de
nuestros ahorros, y como depositarios de los mismos debemos exigir un mínimo
celo para la concesión de aquellos. Debería hacerse continuamente la pregunta ¿Prestaría
usted ese importe de dinero, y lo prestaría en esas condiciones?
Una
primera cuestión, que reconozco controvertida, es ¿Se debería el elevar el
coeficiente de caja de las instituciones financieras? En mi opinión si, y pese
a que suponga una disminución de la oferta monetaria, y si no se ajustase la
demanda, una elevación del precio del dinero. Permítanme, pero yo
soy de la opinión que el actual coeficiente es reducido y ello provoca, por el
efecto multiplicador de la banca, un importante excedente de la masa monetaria
que estimula el sobre endeudamiento, entre otras diversas razones.
En segundo
lugar, por lo que se refiera a las empresas o empresarios, aquellas y éstos deberían volver
a tener un ratio de endeudamiento (Pasivo financiero/Fondos propios) razonable,
que no debería superar el 1,3 y estar generalmente próximo a 1. Los directores
financieros y analistas financieros, por una parte, y los analistas de riesgo de
las instituciones financieras por otra, deberían volver a establecer dichas
pautas, bien como “práctica habitual” en el caso de los primeros, o como barrera de
entrada para la concesión de nuevos créditos o préstamos, en el caso de los
segundos.
Junto a
ello, se deberían exigir que las empresas elaboraran previsiones solventes de
tesorería, con la inclusión de escenarios pesimistas para visualizar las
alternativas reales de las empresas para hacer frente a la devolución de los
préstamos (en mi opinión las empresas deberían elaborar, a su nivel, los
denominados “test stress” para contemplar que ocurriría bajo determinadas
situaciones adversas). Desde aquí reclamo la figura del estado de flujos de
efectivo como instrumento base para analizar cualquier negocio o empresa, y no
la cuenta de pérdidas y ganancias.
En tercer lugar y para el caso
de las familias, se debería volver a exigir que la cuota resultante del préstamo con garantía hipotecaria, no debiera exceder de un 50% - 60% de los ingresos recurrentes del acreditado o prestatario. Ello no supone
que los préstamos no resulten fallidos en un cien por cien de los casos, pero
que sí que se redujera el nivel de riesgo que supone conceder créditos que
superan con creces un nivel normal de renta neta de una familia.
Y como en el caso de las empresas, también las familias no deberían estar endeudadas por encima del 60% del patrimonio. De esta regla debería exonerarse a la compra de la vivienda, pero si operar plenamente en el caso de los préstamos y créditos al consumo, y en cualquier circunstancia operando siempre las restricción del porcentaje de los ingresos recurrentes.
Indudablemente
no todo el mundo va a coincidir conmigo, pero si me he permitido hacer una llamada de atención que pongan una cierta racionalidad a un proceso
que es vital en la actividad económica, y que no se ponga el riesgo el sistema económico-financiero, así como la supervivencia de muchas empresas y familias.
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