viernes, 30 de diciembre de 2022

UN CASO PRACTICO DE LAS FALSAS PRESUNCIONES EXISTENTES EN RELACIÓN A NUESTRO ACTUAL SISTEMA PÚBLICO DE PENSIONES

 Vamos a tomar como ejemplo el caso de David Huesca, un abnegado ingeniero que decide jubilarse en diciembre de 2022, al haber trabajado arduamente y cotizado a la Seguridad Social durante 38 años. A lo largo y ancho de toda su vida laboral ha contribuido al tipo máximo, habiendo aportado, por ello, la cantidad de 59.212,01 euros (enero 1985 a diciembre 2022).  Durante ese mismo periodo, las distintas empresas en las que ha desempeñado su labor aportaron 297.056,49 euros a la Seguridad Social. Lo que hace un total de 356.268,5 euros sería el “supuesto teórico” derecho que le corresponde).

Al momento de solicitar su jubilación, la TGSS le calcula la base reguladora y le resulta una pensión para 2023 de 42.829,79 euros. Suponiendo que tuviera una esperanza de vida de 81 años (media para los hombres según el INE), y suponiendo, asimismo, una conservadora revalorización anual de la pensión del 0,75%, la cantidad total que percibirá como agraciado pensionista será de 725.206,07 euros, lo que provoca un incuestionable déficit al sistema de -368.937,57 euros.

Por tanto, como siempre digo a mis correligionarios pensionistas, que de forma airada salen a la calle a reivindicar sus derechos, DERECHO A LA CUANTÍA DE LA PENSIÓN DEPENDE de la supervivencia y de los correctos cálculos actuariales que se hagan, y teniendo siempre muy presente que, gracias a las empresas/ empresarios individuales que soportan el 83% del total cotizado, porque lo que es por aportaciones propias no daría más que para 14 pagas mensuales (incluidas dos extras).

Nos guste o no las pensiones habrán de reducirse y las cotizaciones personales aumentarse, además de introducirse un cierto sistema mixto que incluya la capitalización de las cotizaciones, como han incorporado países poco sospechosos de liberales como son los escandinavos. 

La casuística es muy amplia, pero es indiscutible que en cualquiera de los cálculos que se hagan, el sistema de reparto con pocos cotizantes, bajos salarios y mucha población envejecida (como es muestro caso) empobrece a nuestros hijos y nietos.

 

 


Un pequeño matiz. Si se plantea la duda existencial de que cantidades percibidas en diferentes momentos temporales no pueden sumarse sin más, esa duda es cierta, pero debemos recodar que en el sistema de reparto lo aportado por los trabajadores en activo es consumido en el pago de pensiones a los pensionistas, no existiendo una cuenta individual que sume las aportaciones efectuadas por cada trabajador. En consecuencia, podemos cuantificar el “teórico” derecho, e incluso actualizarlo en base a una teórica inflación media del 3,11% con el soporte de los datos facilitados por el INE de crecimiento de los precios del 221% entre 1985 y 2022 (suponen que las aportaciones sean 99.777,71 euros; 500.321,08 euros y 600.098,89 euros), pero el resultado no variaría, pues lo entregado olvidado (máxima de finanzas). Es más, y esto es difícil de explicar a muchos pensionistas, el déficit real es toda la pensión pues no hay dinero guardado. Podemos hacer el ejercicio teórico que queramos, pero donde no hay no hay.

La cuestión principal es que la gente sigue creyendo que por el hecho de cotizar conforme a unas bases de cotización se tiene derecho a una prestación en forma de futura pensión. Y eso hay que desterrarlo de la mente. Nos lo han vendido como verdad absoluta, y no es así, la cotización no genera derechos futuros. El cotizar a unas determinadas bases de cotización durante una serie concreta de años, le va a permitir a la TGSS calcular la base reguladora y en base a ella determinar una futura pensión, que se podrá pagar o no en función de que haya una generación de trabajadores dispuesta a pagar y que haya dinero en el sistema. Como decía un abogado, en el fragor de un grupo de gente reclamando una serie de derechos a los que según ellos tenía acceso, “los derechos existen en la medida que haya dinero para pagarlos”.

Mi labor didáctica es que la gente entienda:

1.  Ser conscientes de que como trabajadores aportamos poco para lo que en la mayoría de los casos recibimos.

2. Que el derecho a la prestación futura en forma de pensión, como tal no existe, lo que hay es un acuerdo de solidaridad intergeneracional en el que una generación contribuye a la anterior para que pueda vivir ahora que ésta última no trabaja, en la esperanza por parte de la primera que las futuras generaciones hagan lo mismo.

3.  Si hay dinero en el sistema, este se podrá traspasar a los pensionistas, si no hay dinero “nada de nada”.

Es muy complicado de que la gente asuma estos preceptos, porque entienden que han pagado por ello, y ello ha generado un derecho futuro. Eso no es así lo que han hecho, insisto, es lo mismo que las generaciones anteriores han hecho por ella. 

A mi modo de ver, y midiendo muy bien mis palabras, la realidad es que el reparto supone la institucionalización de la denominada estafa piramidal. En donde sustituimos a los ambiciosos estafados en búsqueda de rentabilidades imposibles, por cotizantes ávidos de una futura “buena pensión de por vida”.  Y ese es el auténtico nudo gordiano del asunto, la gente no se pone a pensar si ello es viable.  Mientras existía una ratio de trabajadores en relación con pensionistas muy alta no existían problemas de dinero, e incluso había ciertas reservas en el sistema. Además, como la gente se moría pronto, el de por vida no presentaba un problema, pero cuando la ratio trabajadores pensionistas empieza a ser menor porque hay cada vez más pensionistas, y la gente se muere más tarde que pronto, el sistema se resiente y rompen las costuras. Si a ello se añade que las aportaciones de los cotizantes son cada vez menores, apaga y vámonos.

(A continuación, se corta pega información de la web de la seguridad social) 

https://www.seg-social.es/wps/portal/wss/internet/PortalEducativo/Profesores/Unidad5/PESS501/PESS503

Reparto

Las técnicas financieras de reparto suponen la distribución inmediata o a corto plazo de las cotizaciones e ingresos generales de la Seguridad Social que, sin tiempo para ser capitalizados, se convierten en prestaciones a percibir por los sujetos beneficiarios. Las técnicas de reparto son las que mejor se adecuan a un sistema de seguridad social, y permiten plasmar el principio de solidaridad financiera.

En la medida en que consigue corregir las deficiencias del sistema de capitalización, tales correcciones aparecen como ventajas del sistema de reparto.

El actual sistema de financiación de la Seguridad Social, si se piensa bien, se apoya en la idea de la solidaridad, solidaridad que, a su vez, opera en tres ejes diferentes:

  • solidaridad entre generaciones.
  • solidaridad de los activos respecto de los pasivos.
  • solidaridad entre los distintos territorios de la Nación.

El artículo 87 de la Ley General de la Seguridad Social señala que el sistema financiero de la Seguridad Social es el de reparto, es decir, que impone sacrificios a los jóvenes respecto de los viejos; a los sanos respecto de los enfermos; a los ocupados respecto de los que se hallan en situación de desempleo; a los vivos respecto de las familias de los fallecidos; a los que tienen cargas familiares respecto de los que no las tienen; a los de actividades económicas en auge y prosperidad, en fin, respecto de los sectores deprimidos.

A estos vínculos de solidaridad entre los cotizantes actuales y los receptores, en tiempo presente, de las prestaciones, se unen los no menos importantes lazos de solidaridad que se producen entre los distintos territorios de la Nación.

Un determinado territorio podría ser deficitario, si sólo se consideraran aisladamente los cotizantes y pensionistas que viven allí en un determinado momento. En esta ocasión, son las cotizaciones procedentes de los residentes en otros territorios los que salvan la situación, conformando lo que el Tribunal Constitucional ha venido en denominar solidaridad interterritorial.

También desde el punto de vista de la financiación hay que indicar que el artículo 41 de la Constitución prevé "un régimen público de Seguridad Social", lo que en interpretación del Tribunal Constitucional supone "un régimen único y unitario de Seguridad Social para todos los ciudadanos que garantice al tiempo la igualdad de todos los españoles en el ejercicio de los derechos y deberes en materia de Seguridad Social".

Para que esta igualdad de los españoles ante la Seguridad Social sea real y efectiva es necesario asegurar, al menos, lo siguiente:

  • Que las cotizaciones realizadas a lo largo del tiempo, en cualquier parte del territorio nacional, sean, llegado el momento, trascendentes para satisfacer las correspondientes prestaciones, cualquiera que sea el lugar donde las mismas sean solicitadas.
  • Que los requisitos exigidos para la inscripción de las empresas, afiliación, altas bajas, variaciones y el régimen de las correspondientes prestaciones sean uniformes en todo el territorio nacional.
  • Que las cotizaciones tengan el mismo importe y que sean exigidas de igual manera en cualquier parte.
  • Que llegado el momento los beneficiarios puedan disfrutar de sus prestaciones en cualquier parte del territorio nacional.

La obtención de estos objetivos también implicará la consecución de otros beneficios muy importantes, que pueden suponer el cumplimiento de determinaciones legales y constitucionales y también exigidas por distintos Tratados de la Unión Europea.

En efecto, la trascendencia de las cotizaciones realizadas en cualquier territorio, permite asegurar la libertad de residencia de los españoles en cualquier parte del territorio nacional y contribuye a la libre circulación de trabajadores en el espacio de la Unión Europea.

La identidad de coste de la Seguridad Social con independencia del lugar donde se presten los servicios ayuda a impedir el fraccionamiento del mercado de trabajo.

La importancia de la consecución de estos objetivos no sólo se manifiesta durante la vida laboral de los trabajadores, sino que se prolonga una vez producida la jubilación. El efecto Florida, entendiendo por tal el hecho de que muchos jubilados elijan durante la vejez una residencia distinta - no sería posible sin el principio de la posibilidad de exportación de las prestaciones exigido por las normas comunitarias en la materia.

[1] [(1+2,21) ^(1/38)].

Recuérdese que, en el sistema de reparto lo aportado por los trabajadores en activo es consumido en el pago de pensiones, no existiendo una cuenta individual que sume las aportaciones efectuadas por cada trabajador. A efectos ilustrativos se incorpora el factor de capitalización que posibilita la comparativa teórica de cifras en diferentes momentos temporales.

miércoles, 2 de noviembre de 2022

Una historia de la Roma antigua que suena muy actual

  

El imperio romano alcanzó su cénit con el emperador de origen hispano Trajano (XIII emperador y segundo de la dinastía Antonina), el cual expande las fronteras del imperio como nunca (ni siquiera el magnífico donde lo haya Augusto). Ahora bien, una vez alcanzado ese punto empezó su decadencia. Roma precisaba un ejército enorme, cada vez más grande, para poder proteger sus fronteras de los numerosos ataques e intentos de invasión que se sucedían. Su desaparición como imperio hay que entenderla en una conjunción de factores, a saber, la corrupción, los ataques de los bárbaros y, si, también de la inflación.

El circuito monetario romano no empleaba papel moneda como medio de pago. Para ello, los romanos se servían de monedas llamadas denarios. Estos denarios contenían alrededor del 95% de plata.

Otras monedas del Imperio Romano también contenían metales nobles como el oro. Este es el caso del áureos de oro, que tenía un valor de 25 denarios o de la libra de oro, que equivalía a 960 denarios y a 40 áureos. Al igual que el denario, el sestercio también contenía plata, de hecho, 4 sestercios sumaban el valor de un denario.

 

Historia de una crisis

La aludida decadencia económica tiene uno de los máximos exponentes en Caracalla (XXIII emperador y quinto de la dinastía Severa), hijo de Septimio Severo, el cual en su lecho de muerte les aconsejó a él y a su hermano, lo siguiente: "Vivid en armonía, enriqueced al ejército, ignorad lo demás".

Caracalla asumió el compromiso de aquella manera. Para empezar, mandó asesinar a su propio hermano, para poder gobernar en solitario. Sin embargo, se tomó muy en serio lo de enriquecer al ejército, subiendo un 50% el salario de los soldados. Lo que disparó el gasto a niveles estratosféricos, unido al que provenía del volumen de obras públicas que acometió, y de los fastos en que incurrió a loa de su persona y con intención de aplacar al pueblo.

Ante tamaño gasto disparado, sólo cabía para equilibrar las cuentas, aumentar los ingresos y las opciones que tenía para conseguir el preciado aumento de ingresos eran: aumentar los impuestos y/o devaluar la moneda. Caracalla, ni corto ni perezoso, se decide por acometer ambas opciones: duplica las tasas a las herencias, y devalúa la moneda[1].

¿Cómo se llevaba a cabo este proceso de devaluación de la moneda? La moneda del imperio era el denario, que en tiempos primigenios se fabricaba con un 95% de plata y un 5% de otros metales de menor valor. Cuando Caracalla llega al poder, el porcentaje de plata era ya del 75%, por las devaluaciones de los anteriores emperadores. Tras su paso por este mundo el nivel de plata queda en un 50%.

La mayor circulación de monedas, pero de menor valor, se tradujo en una importante subida de los precios por parte de los comerciantes, y el correspondiente aumento de la inflación, reduciendo el poder adquisitivo de los ciudadanos.

En los siguientes años el denario continuó perdiendo valor. Cada vez era menor la cantidad de plata en las monedas romanas, hasta tal punto que el denario pasó a ser un pedazo circular de bronce bañado en plata. Todo ello se plasmó en una hiperinflación que llegó a sobrepasar el 1000%. Por poner un ejemplo, entre el año 255 y el 294, el precio de los cereales se multiplicó por 20.

A Caracalla, que en la mejor de las tradiciones romanas fue asesinado por un lugarteniente, le siguieron una retahíla de emperadores. Hemos de esperar a Diocleciano (XLIII emperador y primero tras el infausto siglo III). 

Nadie discute seriamente el hecho de que fue la constante devaluación monetaria la que impulsó un espectacular incremento de los precios y un caos económico junto a la citada inestabilidad política, que la introducción de nuevas monedas no fue capaz de atajar.

Una vez que Diocleciano era emperador, ante la angustiosa situación económica se decide acometer una serie de medidas, pero sigue adoleciendo del defecto de no ver la relación entre la crisis económica y la inflación y las continuas devaluaciones, así como el gigantismo del estado. De hecho, en sus primeros años como emperador aumenta los efectivos del ejército en casi un 40%, y, asimismo, duplica el número de funcionarios del estado.

Para el gobierno de Diocleciano estaba claro que el aumento de los precios era culpa prioritariamente de los comerciantes, su especulación y sólo preocupados por sus beneficios. Era una historia que además contaba con la aprobación de los ciudadanos, porque preferían esta teoría a que les subieran los impuestos. De esta manera el pueblo veían en los comerciantes los lógicos destinatarios de los nuevos impuestos, con lo que ellos quedaban a salvo

Diocleciano que no tenía apenas margen para más devaluaciones, porque las monedas apenas llevaban ya plata; ni para aumentar los impuestos, porque los contribuyentes ya estaban ahogados, decide acometer una “suerte de política monetaria” y en el año 301, apuesta, entonces, por una reforma monetaria, que consistió en desmonetizar las piezas en circulación e implementando un nuevo sistema para todo el Imperio, inspirado en el sistema monetario egipcio, heredado de los Ptolomeos[2].

El resultado fue una carestía estructural de dinero: al dominar la moneda mala todos los intercambios, la gente común no tenía suficiente como para realizar las transacciones diarias, haciendo necesaria la emisión de cantidades incluso mayores, carencia que se alió con la codicia fiscal del Estado[3]

Entonces decide apuntar de nuevo a los comerciantes, a los que compara con los bárbaros que amenazaban las fronteras, y les acusa de ser una amenaza para el imperio. En ese mismo año de 301 lleva a cabo su gran obra en este sentido, al promulgar el Edicto sobre Precios Máximos, una norma que fijaba el precio máximo sobre más de 1.300 productos, además de establecer el coste de la mano de obra para producirlos.

Fija una condena de muerte para los mercaderes que se salten esta medida. Y además les prohíbe llevar sus productos a otros mercados a los que pudieran venderlos a mayor precio. Y el coste de transporte tampoco puede usarse como excusa para incrementar los precios finales.

El resultado fue aún más desastroso. Los precios que fijaba el edicto eran demasiado bajos, así que muchos comerciantes decidieron dejar de vender algunas mercancías, hacerlo en el mercado negro, o volver al trueque. Hay ciudades en las que el comercio desapareció completamente.

Y como el edicto también fijaba los salarios, muchos profesionales, incluidos los tan poderosos soldados, vieron cómo con su sueldo su poder adquisitivo era cada vez menor. De este modo, los comerciantes y buena parte de lo que vendría a ser la clase media romana terminaron empobreciéndose por culpa de la inflación. Mientras tanto, los más poderosos acaparaban el oro y las tierras, mientras que los romanos de a pie, tenían que servirse de los follis de bronce para poder subsistir

En estas circunstancias, fueron muchos los ciudadanos que decidieron abandonar las ciudades e irse a vivir al campo. Sin confianza en el comercio, apostaron por autoproducir todo lo que necesitaban, creando economías locales autárquicas. Muchos trabajadores, sin posibilidades de empleo en las grandes urbes, siguieron a estos nuevos terratenientes, provocando que muchas ciudades quedaran prácticamente abandonadas.

¡¡¡La edad media y el feudalismo estaban servidos!!!

 

 

 

 



[1] EL valor nominal de la moneda metálica es siempre superior al intrínseco. De no ser así, la acuñación no se produciría. Esta diferencia es el llamado señoraje, el ingreso bruto que recibe la autoridad emisora el cual cubre sus costes de acuñación y obtiene un beneficio que le incentiva a producir moneda (dinero fiduciario).

El señoraje es el precio que paga el usuario por las ventajas que supone el disponer de un medio

de intercambio estándar cuyo peso y ley están garantizados por el cuño, evitando la necesidad de pesar

y ensayar el metal con cada transacción, operaciones siempre inexactas con los medios de aquella

época

[2] la inflación en el imperio romano de Diocleciano a Teodosio. Alberto González García. Universidad Complutense de Madrid

[3] K.W. HARL Coinage… , p. 155, cree que la emisión de cantidades excesivas de moneda se debió a la imposibilidad del gobierno de reemplazar con eficacia todo el numerario del Imperio, lo cual puede en parte ser cierto, pero cae en prejuicios cuantitativistas al juzgarla como la única causa de la inflación

sábado, 29 de octubre de 2022

Deflación ¿Si o NO?

"Con un proceso continuo de inflación, los gobiernos pueden confiscar, secreta e inadvertidamente, una parte importante de la riqueza de sus conciudadanos."

John Maynard Keynes

Nota introductoria: Este trabajo no pretende entrar en la polémica de estos días relativa a la conveniencia de subir o bajar de impuestos, lo que simplemente persigue es advertir a todo el que quiera entender, al margen de cuestiones ideológicas, sobre el impacto que provocará las actuales altas tasas de inflación sobre las cuotas en el IRPF. El posicionamiento final del lector será cosa suya.

Como siempre ocurre en nuestra visceral patria, hay obligatoriamente que posicionarse ante cualquier asunto que esté de actualidad, aunque en la mayoría de los casos se desconozca de que realmente se está hablando. En estos días en cualquier mentidero que se precie, existe un palabro que está en boca de todos, esta es “deflactación”. Y en función de si estamos a favor o no de deflactar el IRPF, se asume que somos defensores de bajar o no los impuestos, y por ende de los nefastos efectos sobre los servicios públicos. A resultas de dicho posicionamiento, también se infiere que con ello se está a favor o en contra de los ricos. Nadie se preocupa de plantear la cuestión desde un punto de vista de técnica tributaria.

Deflactar consiste en eliminar de un valor monetario los efectos producidos por los cambios en los precios (inflación). Por lo tanto, consiste en convertir una magnitud medida en términos nominales en otra expresada en términos reales[1]. En el caso del IRPF, la deflactación supone modificar los tramos impositivos para ajustar la progresividad de este impuesto a la inflación. Esta medida trata de ajustar el salario real y el poder adquisitivo al escenario de subida de precios, evitando que los ciudadanos paguen impuestos que no han supuesto aumento de su capacidad económica.

Pongámonos en contexto. En 2021 la inflación en España alcanzó niveles que retrotraen a épocas propias de los más viejos del lugar. El citado ejercicio cerró con un incremento del IPC del 6,5%, el dato más alto de los últimos 30 años, con la particularidad de que el año 2022 no le va a ir a la zaga y camina por la misma senda o peor por el efecto añadido que está provocando la invasión de Ucrania por las tropas rusas, y sus perniciosos efectos sobre los precios de determinados productos básicos.

Tras muchos años de inflaciones estables y relativamente controladas, el inesperado incremento de los precios de los últimos meses ha encendido todas las alarmas y nos ha hecho caer en la cuenta de algo que teníamos olvidado. Este replanteamiento toma aún más fuerza en un contexto inflacionista en donde, como ocurre en la actualidad, el origen del alza generalizada de precios es debida a razones de oferta[2] (alza de los precios energéticos, ralentización en los procesos productivos por la pandemia, cuellos de botella logísticos, tensiones geopolíticas, etc.)

La inflación, en definitiva, ha pasado a ser una preocupación de primer orden para la población española, y constituye el núcleo central del debate político/económico, esencialmente por sus implicaciones sobre el futuro de la política monetaria. De forma sucinta, ya que no es objeto del presente estudio, si las actuales tasas de inflación pasasen a tener carácter estructural, habría que irse olvidando de los bajos tipos de interés y los actuales estímulos monetarios. Por otro lado, el elevado déficit presupuestario y el alto nivel de endeudamiento podría desembocar en una quiebra de nuestra querida España.

Entrando de lleno en la razón del presente informe, no debemos perder de vista que la inflación, en sí misma, es un gravamen que recae sobre la ciudadanía ya que erosiona el valor del dinero y le supone pagar más impuestos, resultando más evidente en conceptos tributarios como el IRPF, que presentan estructuras progresivas. Como ejemplo paradigmático está los aumentos salariales en el seno de los acuerdos empresa-trabajadores que tienen por único objetivo el compensar a estos últimos de la pérdida del poder adquisitivo de sus salarios. A resultas de esos aumentos los trabajadores pagan más impuestos reales, perdiendo poder adquisitivo.

Esta mayor carga tributaria asociada al fenómeno de la inflación es una vieja cuestión conocida por los economistas, que se denomina “progresividad en frío” o “rémora fiscal”. Esta progresividad en frío presenta la peculiaridad de pasar relativamente desapercibida por los contribuyentes, y supone una auténtica subida impositiva encubierta que no necesita de acciones discrecionales por parte del gobierno [3]. Es decir, la inflación directamente incrementa la carga fiscal de los contribuyentes sin que explícitamente se tengan que subir los tipos impositivos u otros elementos estructurales del impuesto. Se trata, por tanto, de un incremento impositivo poco visible y que, precisamente por ello, suele ser del agrado de los gobiernos al no suponerle costes políticos. La gente asimila no variación de la normativa del impuesto con no variación significativa de la cantidad final a pagar ¡Craso error!

La inflación altera la progresividad real del IRPF de dos formas.

·         Minorando el valor real de reducciones y deducciones de cuantía monetaria fija, que se emplean para reforzar la progresividad del impuesto y ajustar la carga tributaria a las circunstancias personales o familiares del contribuyente. De este modo si los mínimos exentos y las reducciones aplicadas no son ajustados a la inflación, cada vez resultan más bajos, en términos reales, y posibilitan que se tribute más, aunque realmente se esté ganando menos. Un ejemplo sería el mínimo personal y familiar de 5.550 euros que cuantifica aquella parte de la renta que, por destinarse a satisfacer las necesidades básicas personales y familiares del contribuyente, no se somete a tributación por el Impuesto, que con el tiempo su efecto corrector va disminuyendo al aumentar nominalmente la renta.

·         Los aumentos nominales, que no reales, pueden implicar que determinados contribuyentes injustamente “salten” de tramo. Esto supondrá que sus tipos medios efectivos aumenten, aunque la capacidad económica[4] de los contribuyentes haya mermado o permanecido inalterada.

Otro aspecto a destacar es que la inflación no corregida, afecta de lleno al reparto justo de las cargas tributarias, el cual debe fundamentarse en valores reales de las bases imponibles. La indexación del sistema fiscal es, por tanto, una obligación de cualquier sistema fiscal que persiga la justicia, de modo que las bases imponibles reales no deberían alterar su valor por incrementos puramente nominales.

 Veamos una serie de ejemplos:

PRIMERO. Una persona que tenía a finales de 2011 un salario de 27.855 euros alcanza un salario de 30.000 euros al final de 2021, lo que refleja un aumento del 7,7%[5] de su salario durante el mencionado periodo. Estos incrementos son a resultas, exclusivamente, de la negociación colectiva, y no de cambios de puesto o responsabilidad. Por su parte durante el mismo periodo, el IPC varió en un 13,3%[6].

Con carácter previo se indican los tramos IRPF vigentes y sin deflactar:

  • § Hasta 12.450 euros: 19%
  • § De 12.450 euros hasta 20.200 euros: 24%
  • § De 20.200 euros hasta 35.200 euros: 30%
  • § De 35.200 euros hasta 60.000 euros: 37%
  • § De 60.000 euros hasta 300.000 euros: 45%
  • § De rentas superiores a 300.000 euros: 47%

 

Comparando ambos años, se evidencia que esta persona ha tenido una pérdida en su renta final de 830,07 euros, por los siguientes motivos:

1.       Los aumentos salariales de 2.145 euros se tradujeron en un aumento del rendimiento neto de 2.044,19 euros al aumentar simultáneamente sus cuotas a la seguridad social (100,81 euros). A pesar de este aumento neto, si este se confronta con el aumento de sus gastos que se han visto plenamente afectados por la inflación 13,3%, se constata que aquel resulta insuficiente para mantener su capacidad económica real, que se ve aminorada en -216,81 euros.

2.       Adicionalmente, los aumentos de su salario, con la simple finalidad de compensar la pérdida de su poder adquisitivo a consecuencia de los aumentos de los precios, han acabado tributando, de tal modo que el aumento real de la renta ha sido finalmente de 1.430,93. Al no deflactarse el IRPF, el aumento del salario nominal ha tributado al tipo marginal del 30%. Como resultado de lo anterior, la merma de la capacidad económica de esta persona es de -613,26 euros, que viene a unirse a la pérdida de capacidad real de -216,81 euro, indicada en el apartado 1, y resultando una pérdida efectiva total de su renta disponible de -830,07 euros.

SEGUNDO. Esta misma persona tiene conocimiento de que en la próxima negociación colectiva, los representantes de los trabajadores ante un aumento del IPC en 2021 plantean un aumento de los salarios con una horquilla de entre el 2,5% y 6% con un valor medio del 4%.

 


Obsérvese que en cualquiera de los dos primeros escenarios esta persona pierde capacidad económica (-537,22 y -108,37 euros), mientras que por el contario tiene que pagar IRPF (5.902,43 y 6.061,08 euros) debido exclusivamente al aumento nominal de su rendimiento neto nominal (714,75 y 1.143,6). Como resultado la pérdida total sería de 751,64 y 451,45 euros.

En la tercera hipó tesis, el incremento salarial produce un aumento de su renta disponible nominal de 463,44 euros. Pero debido a que a efectos del IRPF se computa el aumento del rendimiento neto por valor de 1.715,4 euros, implicando el aumento del impuesto a pagar en -514,62 euros.  A resultas, la anterior cifra de aumento queda compensada y excedida en -51,18 euros.

TERCERO. Siguiendo con el ejemplo de la persona de los ejemplos anteriores, la mencionada persona tiene un aumento interanual en su salario de un 7% hasta el año 2025 como consecuencia del fuerte proceso inflacionario que afectó al periodo 2022 – 2025, con una variación del IGP en un 9% anual.



En este caso, el rendimiento neto de esta persona excede del extremo superior del tramo en que se situaba, con lo que su marginal se incrementa en 7 puntos pasando a ser el 37%. Esto le perjudica en mayor medida, ya que no solo tributa más por “supuestamente” tener mayor capacidad económica (2.665,70 euros), sino que esta “supuesta” mayor capacidad, por mor de la progresividad estructural del IRPF, le sitúa en un tramo superior, y consecuentemente en un marginal mayor (159,30 euros).

 A modo de conclusión, estas líneas pretenden poner de manifiesto uno de los múltiples efectos adversos que provoca la inflación y en especial si esta es intensa y constante en el tiempo, que es desconocido por el gran público. Este es el de provocar un incremento de la carga fiscal para todos los contribuyentes, que, de una forma totalmente silenciosa les merma su poder adquisitivo. No tiene lógica económica alguna que, si en términos reales se está cobrando menos o, en su caso, lo mismo, haya que pagar en términos reales más IRPF.

Creo, en mi modesta opinión, que para lograr una auténtica y completa corrección de los efectos de la inflación en el IRPF, resulta necesario:

1.       No solo indexar la tarifa, sino también ajustar los mínimos personales y familiares, y el conjunto de reducciones y deducciones del impuesto.

2.       Realizarse de forma más recurrente. Si no puede ser bienal, por lo menos trienal o cada 5 años.

No quisiera terminar sin aclarar un aspecto que se emplea dialécticamente de forma malintencionada. Deflactar el IRPF no es bajarlo, es corregir el alza injustificada de este, que se ha producido por el simple aumento nominal de los importes de rentas.

Deflactar el IRPF es una tarea compleja y pesada que no interesa a los gobiernos porque rebaja el aumento silencioso de la recaudación que tan bien y barato les resulta.

 


[1] Cuando se habla de una magnitud en términos reales, se está excluyendo de ella la inflación. El proceso para convertir un valor nominal a términos reales se denomina precisamente ajuste por inflación. Y gracias a este ajuste, los valores reales son una excelente medida del poder adquisitivo neto, sin importar los cambios de precios a lo largo del tiempo.

Al referirnos en términos nominales, por el contrario, el valor de la magnitud es en precios actuales, es decir, teniendo en cuenta los precios que hay en el momento del estudio, por lo que se incluye la inflación o pérdida de capacidad de compra de la moneda.

[2] Existe el consenso que las razones principales que sustentan el aumento de precios en una economía:

§   Cuando la demanda supera la oferta: En aquellos momentos en que el ingreso promedio de las personas en una economía aumenta y estos a resultas de ello desean comprar más productos y servicios, produciéndose el hecho que la demanda supera la oferta de dichos productos/servicios. La escasez de dichos bienes y servicios hace que los compradores paguen más por ellos. De esta situación resulta un aumento general de los precios.

§   Aumento del coste de producción: la tasa de inflación también puede aumentar si el coste de producción de los bienes aumenta debido a un aumento en los costos de materias primas, mano de obra, impuestos, etc. lo cual provoca un simultáneo descenso en la oferta de dichos bienes. Si la demanda se mantiene, los niveles de precios tienden a aumentar. Los productos energéticos son un claro ejemplo de este tipo.

 

[3] Los tramos del IRPF llevan sin actualizarse desde enero de 2015, periodo en el que el IPC ha subido un 19,7% según el INE.

[4] El artículo 31.1 de nuestra Constitución establece que: «Todos contribuirán al sostenimiento de los gastos públicos de acuerdo con su capacidad económica, mediante un sistema tributario justo, inspirado en los principios de igualdad y progresividad que, en ningún caso, tendrá carácter confiscatorio». Lo primero que deducimos de este texto es que cualquier tributo debe respetar su contenido, no sólo los impuestos

[5] Fuente EPDATA

[6] Fuente INE

jueves, 29 de septiembre de 2022

La fábula de la cigarra y la hormiga, tamizada por Hacienda

Don Amable era un conocido vecino de la preciosa villa de Llanes que abandonó este mundo hace 5 años. En el momento de su fallecimiento era viudo y tenía 2 hijos, a saber, Don Formal y Don Disoluto.

Tras su muerte, sus hijos se repartieron por igual su herencia, integrada por 1.000.000 de euros en efectivo. Ambos estaban casados, tenían un vástago. En concepto de ISD cada uno abonó 31.640 euros.

El hijo D. Formal destinó los 500.000 euros a adquirir una serie de acciones cotizadas en el mercado español. En los ejercicios siguientes fue realizando sucesivas adquisiciones por valor de 20.000 euros. Estas acciones le generaban unos dividendos anuales brutos por valor de 3.200 euros.

Su patrimonio se componía, además, de una vivienda donde residía, valorada en 200.000 euros, así como diversos activos de diferente naturaleza tales como un par de vehículos, una cartera de valores, y diversas cuentas corrientes. En definitiva, su patrimonio estable se podía cuantificar en torno a 1,3 millones de euros.

Por su parte Don Disoluto al poco de fallecer su padre, se separó de su mujer, perdió su empleo, y se marchó a Barcelona, donde haciendo honor a su nombre, dio rienda suelta a la satisfacción sin ningún tipo de freno de todo tipo de apetitos, comiendo, bebiendo, consumiendo sustancias psicotrópicas, y constituyéndose en un cliente habitual de diferentes clubs de alterne. A resultas de esta vida desenfrenada dilapidó su fortuna en un breve período de tiempo, quedando prácticamente en la indigencia. Su nueva situación le hizo “merecedor” de diversos subsidios y ayudas, habiendo recibido por estos conceptos un total de 6.000 euros. Además, su salud se resintió, precisando diversas atenciones sanitarias que podemos cuantificar en 9.000 euros.

Al poco de cumplirse los cinco años de la muerte de su padre, los dos hermanos coincidieron en una boda de una prima de ambos en la ciudad de Gijón. Al terminar el evento decidieron volver juntos en el vehículo de D. Formal. La fatalidad quiso que en medio de la noche un grupo de vacas decidiera cruzar la carretera justo en el momento que pasaba el automóvil con los hermanos. En el intento de esquivarlas el coche acabó colisionando frontalmente con un robusto nogal, falleciendo ambos hermanos en el acto.

No se tiene constancia de que los hermanos rindiesen cuentas ante San Pedro y/o Lucifer, pero lo que resulta indubitado es que los herederos rindieron cuentas ante las respectivas Consejerías de Hacienda.

·         El hijo de D. Formal recibió como herencia la cartera de valores que había constituido su padre cuyo valor de mercado al momento de la muerte de este, era de 700.000 euros, satisfaciendo en concepto de ISD la cantidad de 81.018,76€.

·         El hijo de D. Disoluto recibió como herencia el pésame del abogado y la factura de sus servicios pues su padre no tenía nada de valor.

 

Ejercicio práctico ¿Cuánto han pagado al fisco ambos hermanos y sus hijos?

Notas sobre D. Formal:

Para efectuar aportaciones, tuvo que obtener rentas sujetas a IRPF. Dado el volumen de ahorro (20.000 euros anuales) su TMG se estima era del 21%.

Tributaba anualmente en el IP, la parte proporcional de la cuota pagada que correspondía al FI era de 650 euros anuales.

Impuesto sobre transacciones financieras es un tributo de naturaleza indirecta que grava, en la forma y condiciones establecidas legalmente, las adquisiciones onerosas de acciones de sociedades españolas con una capitalización bursátil superior a 1.000 millones de euros






Notas sobre D. Disoluto:

Se ha estimado una cantidad en el bebercio y comidas. El resto de las actividades entraban dentro de la economía sumergida o ilícita.

Sólo se tiene en cuanta los subsidios. Los gastos sanitarios, pese a ser transferencias del estado al particular no se computan en este cálculo.

 MORALEJA

La fábula de la cigarra y la hormiga tiene una particular interpretación si se tiene en cuenta la componente tributaria. La hormiga acaba pagando casi cuatro veces más que la cigarra. Y por si no fuera suficiente con freírla a impuestos, los políticos acabarán insultándola llamándola lindezas como burguesa, cavernícola, etc.

jueves, 10 de marzo de 2022

Carta abierta a los ciudadanos europeos

 

Sirva la presente como expresión de mi más profunda admiración y respeto por el pueblo ucraniano que cada día nos da pruebas de su inmenso coraje y nos pone al resto de europeos frente a la vergüenza de nuestra tibieza.

 

No pretendo con la presente carta dirigida a los ciudadanos de Europa en convertirme en un adalid de la guerra, pues no hay cosa que más me pueda aterrar que ver a mi hijo combatiendo en una guerra, y a mi mujer e hija obligadas a malvivir en un campo de refugiados.

Partamos, asimismo, de la premisa de que la invasión del territorio ucraniano por las tropas rusas, al margen de la culpabilidad de los contendientes, y muy especialmente de la de Rusia, es un claro ejemplo de incapacidad internacional de llegar a acuerdos. Decía Ronald Reagan: “La paz no es la ausencia de conflicto, es la habilidad de gestionar el conflicto por medios pacíficos”.

La guerra como la maldad existe, y es consecuencia de la naturaleza avariciosa del ser humano. Esta, como cualquier guerra, tiene un trasfondo fundamentalmente económico, pues de otra manera no se justifica la “inversión bélica” rusa. Esto me recuerda la anécdota de que una vez se le preguntó a un general que cosas necesitaría para ganar una guerra, a lo que aquél sin dudarlo contestó “Sólo preciso tres cosas: dinero, dinero y más dinero”. Por tanto, todas las medidas que Occidente tome y tengan por objeto encarecer la “loca aventura en la que está embarcada Rusia” producirán al final el efecto de un cese de las hostilidades. La duda y el problema es el cuándo.

Desastrosamente y fruto de lo dicho hasta ahora, estamos en el peor de los resultados pues nos hallamos ante un escenario bélico en toda su crudeza. La cuestión, al margen de seguir negociando, es ¿Y ahora qué postura adoptamos frente al invasor? Miramos hacia otro lado como si no fuera con nosotros y, a lo sumo entregamos armas y suministros a los ucranianos para que buenamente se defiendan y lavamos nuestra cara acogiendo a los refugiados y saliendo a las calles para cantar el “no a la guerra”. O por el contrario sentimos a los ucranianos como parte nuestra y nos ayudamos todos a una a defendernos de la vil agresión a un territorio europeo, dejando ver a Putin, al pueblo ruso, así como al resto del mundo que Europa se une frente a las ansias territoriales de un ególatra, que esta aventura finalmente le saldrá muy cara al invasor, y que consecuentemente no hay razón en el continuar con la acción militar.  

A mi modo de ver en la actualidad los europeos no estamos en condiciones de defendernos de cualquier forma frente a un ataque de un tercero, pues la triste realidad es que Europa desde hace tiempo manda al mundo una serie de señales inequívocas de debilidad, como son la de su falta de unidad frente a conflictos internacionales, la inexistencia de un referente europeo, y sobre todo el miedo “exacerbado” o pánico de las poblaciones y, especialmente de sus dirigentes, al regreso en ataúdes de sus militares. Todo ello aderezado con un cierto acomplejamiento resultado de nuestra época colonial, y considerarnos responsables de arrastrar al planeta a varias confrontaciones (siglos XVIII a XX).

Pero si profundizamos un poco más, nos encontramos que los ciudadanos europeos en su conjunto hemos sustituido nuestros valores espirituales (ojo no confundir con religiosos) por un materialismo/mercantilismo desproporcionado, lo que nos lleva a primar el estatus, el patrimonio/riqueza sobre todas las cosas, por lo que tener coraje para acabar luchando y muriendo por valores materiales resulta un evidente sinsentido (salvo que se sea un mercenario) con la consecuencia lógica de que se renuncia a luchar por uno propio y por los demás, y en ningún caso dejar la vida por dichos principios. Europa, como en su momento Roma, sucumbirá, salvo que cambien radicalmente las cosas, ante invasiones de Oriente o del Sur más fruto de su propia degeneración y desintegración interior que por el poderío de los invasores.

Pensemos que tanto Rusia como China, como potenciales adversarios, han sustituido en la mayor parte de su población (me cuesta llamarles ciudadanos) esos valores consustanciales al ser humano por la veneración al estado omnipotente, lo que permite a sus dirigentes mandar sin reparo alguno a sus soldados a la guerra sin preocuparse por los muertos (Rusia y China cuentan con un ingente número de tropas que reponen “sin ruborizarse” cuando sea preciso), unido al hecho que estos últimos están dispuestos a morir por dicho estado. Y qué decir de los vecinos del Sur, donde el aspecto espiritual del hombre ha sido sustituido por un dios omnipresente que dirige sus vidas, y que sirve de excusa para morir en su nombre.

Y si a todo esto se le une que los Estados Unidos, tradicional valedor en el siglo XX de Europa ha iniciado un repliegue de sus posiciones a lo largo del mundo, dejando a las claras que renuncia a su papel de “gendarme del mundo”, además de por razones económicas y estratégicas, al lógico cansancio del pueblo americano a sacrificar a sus hijos en conflictos lejanos y obscuros.

¿Y en este estado de cosas qué podemos y debemos hacer a partir de ahora los ciudadanos europeos?

1.     Exigir a nuestros dirigentes que la UE tenga una sola voz, que el mundo visualice una posición europea única, firme y continua en el tiempo. Y no más de cuarenta voces titubeantes.

2.     Establecimiento de un cuerpo diplomático de la UE que negocie de tu a tu y sin complejos frente a cualquier tercero siguiendo la postura unitaria marcada.

3.     La creación de un potente ejército de la UE de carácter disuasorio, sostenido con recursos materiales y humanos por todos y cada uno de los países integrantes con clara voluntad de permanencia. Hemos de tomar conciencia que nuestro estilo de vida ha de ser defendido, lo que implicará sacrificar parte de nuestro bienestar general y personal. La máxima latina de “Si vis pacem, para bellum” resulta atemporal.

4.     Asumir y dar a conocer al mundo que los europeos seremos capaces de luchar hasta sus últimas consecuencias por defender los principios vehiculares de Europa como son los de libertad e igualdad, la defensa de la justicia y la búsqueda de la verdad. No es cuestión de incitar al ardor guerrero, sino recordar la valentía y coraje de los distintos pueblos europeos que nos precedieron y que conformaron nuestro continente tales como celtas, romanos, griegos, sajones, tracios, íberos, lusitanos, vikingos, galos, etc.

5.     Pero sin duda alguna y como cuestión nuclear, sin la que no resultan posibles las anteriores, está el que los europeos debemos superar la estupidez y ofuscación en que estamos imbuidos, y cuyos exponentes son por una parte la idea de que al final todo se reduce a nada, y por lo tanto nada tiene sentido, y por otra, que el saber es incompleto y no existen verdades absolutas y en especial su modalidad en la que no existen principios morales universales (en definitiva, el que todo vale). Frente a esto hay que hacer valer la importancia del saber, la práctica de la prudencia, el reconocimiento de la dignidad personal y el ensalzamiento del coraje. Hemos de reivindicar que Europa, sin creerse como antaño el centro del mundo, vuelva a ser un foco del conocimiento y la razón, con ciudadanos bien instruidos que sean capaces de discernir y hacer frente a propuestas populistas, nacionalistas y totalitarias.