domingo, 24 de mayo de 2020

RECETA PARA SUPERAR LA CRISIS: CONSUMIR "MADE IN SPAIN"


Con esta crisis sanitaria y económica muchas personas han vuelto la vista a Keynes. Recordemos que el producto de bienes y servicios de una economía es la suma de cuatro componentes: consumo, inversión, compras del gobierno y exportaciones netas. Cualquier aumento de la demanda tiene que provenir de uno de esos cuatro componentes. Pero durante una recesión, se deprime la demanda al caer el gasto. La incertidumbre merma la confianza de los consumidores, que reducen entonces sus gastos. Esa reducción del gasto de consumo puede llevar a las empresas a invertir menos, como respuesta a una menor demanda de sus productos. Según la teoría keynesiana, la intervención estatal es necesaria para moderar la caída de la actividad económica. Eso es cierto en parte, lo que en la teoría keynesiana subyace es que hay que reactivar el consumo.
Si se analiza el Producto Interior Bruto (PIB) español desde la perspectiva de la demanda, el gasto en consumo final constituye el agregado más relevante.
En función de las unidades que realicen el gasto de consumo final en el conjunto macroeconómico, se distinguen tres tipos de gasto: el gasto en consumo final de los hogares, el de las instituciones sin fines de lucro al servicio de los hogares (ISFLSH) y el de las administraciones públicas (AAPP).
El gasto en consumo final de los hogares incluye fundamentalmente las compras de bienes y servicios realizadas por dichos hogares para satisfacer sus necesidades habituales. Estas compras pueden realizarse tanto en el territorio económico nacional como en el resto del mundo. En términos de precios corrientes, el gasto en consumo final de los hogares representa un 57% (56,6% en 2019 y el 57,3% en 2018).
2019 e2020
Producto interior bruto a precios de mercado
1.245.331

1.141.964
Demanda nacional
1.210.170

1.105.854
Gasto en consumo final
950.525
891.242
Gasto en consumo final de los hogares
704.552
634.097
Gasto en consumo final de las ISFLSH
12.735
12.245
Gasto en consumo final de las AAPP
233.238
244.900
Formación bruta de capital
259.645
214.612
Formación bruta de capital fijo
249.259
204.392
Variación de existencias 
10.386
10.220
Demanda externa
35.161

36.111
Exportaciones de bienes y servicios
434.250
347.400
Importaciones de bienes y servicios
399.089
311.289


Fuente: INE y elaboración propia

Para 2020, esta partida sufrirá un retroceso del 10% respecto a 2019, lo que contribuirá de sobremanera (68%) a la caída del PIB en su conjunto en un -8.3%.
En términos de variación anual, desde principios de la década, el gasto real de los hogares españoles ha venido creciendo a unas tasas anuales de entre el 2% y 2,8%, gracias a la buena evolución de las rentas familiares.
A la vista de estos datos, resulta crucial para la intensidad y duración de la crisis económica, que en 2020 la caída del consumo se modere, y que experimente una recuperación sólida a partir del II T 2021.
El consumo familiar viene condicionado por una serie de variables cuya evolución marcarán la posterior marcha del consumo de los hogares españoles.

Renta disponible. Sin duda alguna el factor clave. La renta procede en su mayoría del trabajo, y en menor medida del capital (mobiliario e inmobiliario). Los subsidios que actualmente se trasvasan del estado a los hogares, suponen un importante alivio de una situación temporal, pero no son renta en el sentido que permitan a las familias tomar decisiones de consumo persistentes en el tiempo. Cuando las personas están empleadas es cuando pueden consumir de forma constante, y cuando existen altos niveles de ocupación, es cuando los empleos son más estables y de calidad, y suelen acompañarse de alzas en los salarios.
A la vista de lo anterior, la recuperación de los empleos perdidos y/o la generación de nuevos puestos de trabajo resulta crucial para crear renta, generar confianza y para que las familias puedan consumir de una manera continua. Y para ello es preciso:
1.     Un marco regulatorio que fomente la empleabilidad y que no imponga rigideces al mercado laboral.
2.     Unos interlocutores sociales que estén a la altura de las circunstancias, y que asuman el reto de reducir drásticamente el número de desempleados.
3.     Una seguridad jurídica y un respeto por el derecho a la propiedad privada, que estimulen los deseos de invertir y crear negocios.
Finalmente, las rentas de capital, pese a estar demonizadas por ciertos partidos, cumplen con el cometido de generar/incrementar la renta, especialmente de los estratos de mayor edad de la población, contribuyendo al consumo final de estas personas.
Hay que evitar a toda costa que lo que por ahora es "desempleo cíclico" se convierta en "desempleo estructural", con un efecto adverso y duradero en la confianza del consumidor.

Ahorro. Un factor significativo en estos momentos de crisis es la utilización del ahorro acumulado por las familias en el pasado. El ahorro va a permitir por un lado a ciertas familias acometer un consumo que el subsidio no permite, y lo que es más importante, a mi modo de ver, emplearlo para estimular la actividad económica, aunque ello suponga un descenso de sus niveles de ahorro, que con toda seguridad se recuperarán cuando mejore la situación. Pero para ello es preciso que las familias intuyan y crean en la recuperación, porque de lo contrario se producirá el efecto contrapuesto un aumento del ahorro por temor al futuro, y en una situación de crisis, paradójicamente, aumentar el ahorro puede ser una decisión racional y necesaria para una persona, pero si todos los agentes económicos aumentan a la vez su ahorro la renta cae, con lo que la situación de todos empeora.
Resulta vital, de cara al futuro, fomentar la cultura del ahorro a medio y largo plazo, con diversidad de productos financieros transparentes que permitan superar la tradicional tendencia a ahorrar en depósitos bancarios, con unos oferentes de productos financieros solventes y que actúen con rectitud, y un marco regulatorio que preserve los derechos de los consumidores y no penalice el ahorro.

Competencia. Otra forma de garantizar un consumo óptimo es estableciendo/manteniendo un entorno competitivo donde los consumidores perciban una real y sana competencia entre las empresas oferentes de bienes y servicios. Dicho entorno garantiza que las familias amplíen sus opciones de consumir, al poder destinar menos proporción de la renta a un propósito determinado (alimentación, ropa, comunicación, etc.).

Liquidez. Es preciso dotar de liquidez al sistema de manera inmediata y durante un tiempo necesario para salvaguardar la supervivencia de muchas empresas, especialmente pymes y autónomos.
La liquidez, también, debe extenderse a las familias ya que la compra de muchos bienes de equipo viene condicionada por la existencia de facilidades crediticias.
La labor del Banco Central Europeo (BCE), también, seguirá siendo importante, puesto que las subastas de liquidez con condiciones más flexibles, permitirá abaratar el crédito a empresas y familias. En este sentido, debe exigirse que el BCE, amplíe su balance condicionado a que los bancos destinen un amplio porcentaje a la compra de activos financieros alternativos de aquellas empresas que, de no ser por la crisis del coronavirus, serían viables.
No quisiera terminar este apartado sin recordar que también se proporciona liquidez, con el cumplimiento del plazo legal de pago a proveedores por parte de las Administraciones Públicas.

Política fiscal. He dejado de forma intencionada para el final, un factor complejo, clave y controvertido que impacta en todos y cada uno de los apartados anteriores[1].
Uno de los determinantes del bienestar económico y de los niveles de renta per capita de una economía es la política fiscal. El tamaño del sector público, las distintas funciones del gasto público y la estructura fiscal a través de la cual se financia el sector público influyen en las decisiones económicas y en la actuación de los agentes privados.
Lo prioritario en cualquier política fiscal es que sea justa, y contribuya a la equidad. Partiendo de dicha premisa básica, en un segundo plano la política fiscal no debe ser un freno para la actividad económica. En estos momentos, es cuando se demuestra la capacidad de unos gobernantes al implantar una política fiscal que cumpliendo con el objetivo de contribuir a un aumento del consumo de las AAPP que compense la caída del consumo de las familias, no suponga un lastre para su posterior recuperación.
Estamos de acuerdo en que las necesidades de financiación del déficit son elevadas, pero las medidas a implementar deben ser moderadas y percibidas como coyunturales. De esta manera, los consumidores no reducirán drásticamente el consumo, agravando la crisis.
En mi opinión, los impuestos deberían sufrir ligeros retoques de carácter temporal. Así, los impuestos directos IRPF e IS deberían elevar mínimamente sus tipos (2 puntos de media para el IRPF, y situar el tipo general del IS en el 28%) por un plazo máximo de dos años, retornando a tipos, incluso más bajos, en 2022 (IS: 24%). Al percibirse como medidas coyunturales, las decisiones de consumo por parte de las familias no se verán afectadas
El ahorro no debería ser penalizado con la incorporación de un nuevo tramo con un tipo más elevado, sino con su elevación temporal a tipos del 20%, 22% y 25%
El IVA, aunque en mi opinión no debería incrementarse, debido a su potencia recaudadora, admito que pudiera elevarse, aunque no dos puntos como se prevé, sino a lo sumo medio punto dejando el tipo general en el 21,5%.
Respecto a los nuevos impuestos (tasa Google y tasa Tobin), su implantación debería ser temporal como simple medida para financiar la situación actual, y como tal tendría buena prensa. Su establecimiento con carácter estructural supondría un serio lastre para la economía española.
El impuesto sobre los ricos no tiene sentido alguno tal y como ha sido planteado, ya que producirá un efecto claramente negativo en la economía (la contracción de la economía puede superar en 2 millardos de euros la potencial recaudación).
La actuación de la administración tributaria también debería tener en cuenta que un aplazamiento generalizado de las liquidaciones durante el 2020 tendría efectos beneficiosos sobre la liquidez de las empresas y autónomos.
Y quisiera terminar recordando algo que “escuece” mucho, y es la necesidad de reducir gastos superfluos en la Administración, existen duplicidades y empresas públicas deficitarias. A ello hay añadir la existencia de muchas subvenciones opacas.
Lo que me temo es que las intenciones del gobierno van por el sentido opuesto, y sus decisiones en política fiscal acaben afectando negativa y de manera continuada en el tiempo a la actividad económica. A los ciudadanos como siempre nos toca arremangarnos y solventar la situación, que en este momento es consumir bienes y servicios “made in Spain”.



[1] La evidencia empírica sobre la correlación entre la política fiscal y el crecimiento económico es bastante controvertida. En primer lugar, por la diversidad de resultados encontrados. Mientras algunos autores encuentran correlaciones estadísticamente significativas entre estas variables, en otros trabajos es difícil encontrar una estimación robusta de los
efectos de las variables fiscales sobre el crecimiento económico. En segundo lugar, existen diferencias importantes en cuanto a las muestras y datos utilizados.